lunes, 23 de agosto de 2010

BECKETT BORDER

Final de partida se ofrece a nuestro parecer, como un texto nutrido de referencias en el inminente retorno de cientos de mexicanos a territorio nacional que se hallan inmersos en una suerte de juego terminal. Nuestra propuesta se encausa entonces hacia un tratamiento que permita incentivar el discurso de la migración inmersa en el exilio como elemento potencial del drama.

En cierto nivel, la obra es una inversión del mito de la creación. En el desarrollo de la acción vamos experimentando la noción de un vacío prominente al contemplar el exterior:

-“Ya no hay más ruedas de bicicletas… Ya no hay más naturaleza… Ya no hay más marea…no más luz…no hay nada que decir”-

- “Nada… nada…bueno….bueno….nada”

Un teatro que ha perdido el mundo al cual iba referido y ha quedado en su mismidad. Cuando Hamm y Clov hablan del afuera, intuimos que no existe la humanidad, que acaso si algo hay son escombros; Un teatro que ha perdido al hombre, a la historia, al mundo y por lo tanto se ha quedado en su propia existencia que es el único refugio para sus personajes.

Puede decirse que es una obra de posguerra planteada de tal modo, que para el presente proyecto ofrece una radialidad notable. Las significaciones son múltiples y e intensas:

Humanos en la frontera de la fractura e historias en la frontera de la fractura. Partituras que desentrañan una especulativa implacable al paradero del cuerpo humano e irreversiblemente al paradero del cuerpo histórico.

Un teatro que contempla al actor como columna vertebral de su esquema de acción, un teatro vuelto un ciclo de pasiones elementales, objeto de la trama urbana y veredicto del reclamo por una identidad viva en el desamparo.

Beckett presenta en sumo una escena que no depende de otra cosa que de sí misma para afirmarse; Situación que nos propone su traslado a los cofines de un espacio desamparado en la memoria del tiempo:

Una frontera, cuatro migrantes y una casa en el olvido.

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